El cielo está oscuro. Y no hay esperanza.
Un escenario próximo al apocalipsis. Un autodenominado dios con la meta de ascender a un lugar superior y no dejar nada atrás.
¿No hay esperanza?
Siempre hay esperanza. Y es que si algo nos enseña One Piece es que el destino que existe no es más que el que escribimos nosotros con nuestros actos. Que rendirse no es una opción mientras se pueda luchar. Que es mejor actuar que preguntarse que pudo haber sido.
Y cargando con las esperanzas de miles de personas en forma de una gigante bola de oro (las de Wiper por demostrar el orgullo de su pueblo, las de Gan Fall por acabar con una guerra absurda que ha durado demasiado tiempo, las de miles de habitantes del cielo por salvar su tierra y las de un tal Cricket por arreglar cuentas con su antepasado), Luffy, ayudado de su tripulación, se dispone a cumplirlas todas de un plumazo. Acabará bien, acabará mal, no lo sabemos (bueno en realidad sí (a tomar por culo la magia))
pero desde luego lo que si que sabremos es que nadie les podrá acusar de no haberlo intentado.
Y así de la misma forma, haya por unos tiempos en los quizás yo sólo era un mero lecheer, unos locos se dispusieron a cerrar un vacío de 195 capítulos que parecía inalcanzable. Y diablos, que cerca estamos de conseguirlo.
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